jueves, 19 de marzo de 2015

" La Vida Buena "

Mi tercer caso es Julia la loca, Una hermosa mujer, pero demente, mansa, libre como el viento, pero incapaz de hacer daño a nadie. No sabíamos donde vivía. Venía a casa para que mi madre le cociera un vestido, a cambio lavaba las ropas. Cuando era así, ella elegía lo que tenía que lavar y de ahí no se pasaba. Pero si tenía que cobrar en efectivo, juntaba hasta los trapos de la basura, que contaba como pieza para cobrar más. Nosotras nos divertíamos con ella, además nos quería mucho, jugaba con nosotras. Cuando llegaba a casa por la mañana temprano, antes de trabajar, se preparaba una taza grande de mate cocido con leche y galletas, luego se preparaba otra taza pero ya sin leche y decía que eso era su mate, que así estaba mejor para trabajar, a la tarde hacía lo mismo.

Al mediodía comía con nosotros, siempre y cuando no veía a tío Juan de Dios destapar la olla de la comida, cosa que no soportaba porque decía que le sacaba el apetito ver al viejo destapar la olla. Caso contrario, era de muy buen comer. Para sentarse a la mesa se lavaba bien las manos y ya nada tocaba hasta terminar de comer, podía necesitar lo que sea, que ella no lo llevaba a la mesa por estar comiendo. Al atardecer, sacaba agua del pozo, se daba un buen baño, cantando, se vestía la ropa limpia que había lavado a la mañana y planchado a la tarde, así impecable y bella, regresaba a su casa.

En esa época, nosotros llegamos a tener cinco cabras, a las cuales Julia tenía un terror, cuando llegaba, cerraba todas las puertas y ventanas, una vez segura, hablaba con las cabras y les decía: “ Cabritas, cabritas, no tengáis temor de mi”. Esto nos daba mucha gracia por ser todo lo contrario, ella tenía temor a las cabras. Así es como tengo tantos recuerdos y anécdotas de esta hermosa mujer, que quizá porqué motivos perdió el juicio, pero que merecía respeto como ser humano. Pero no fue así, pues Julia ha tenido hijos también.

Será posible que no seamos capaces de razonar, ni pensar de que mujeres como estas son incapaces de criar hijos? Crees acaso de que los padres de estos chicos se han hecho cargo de los mismos? No, para que.

Que les importa de los seres inocentes que vienen al mundo. Pero la mujer es siempre culpable, el hombre es intachable, puro y sin manchas. Es el fuerte, el macho, sin querer aceptar su nulidad sin la mujer. Hasta los animales nos dan lecciones de cómo criar a los hijos.

Llegará el día en que sabremos valorarnos como mujeres demostrando lo que valemos. Lentamente lo estamos consiguiendo. También me pregunto a veces si nosotras, las mujeres sabemos realmente lo que valemos, y si conocemos cual es nuestro rol en este mundo. Porqué continuamente tantas cosas, tantas injusticias, sin asociarnos a las que luchan por una condición mejor de la mujer.

Este es otro tema que me atrae, es algo que me gusta, porque no soporto las injusticias, que lastiman profundamente y soy muy sensible a las mismas, quizá por haberlas sufrido en carne propia, tan reiteradamente, hasta el día de hoy.

Hoy no puedo dormir, y me tendrás que soportar con más anécdotas, que a veces me dan miedo y rabia, escarbar en mi memoria y extraer los recuerdos más sobresalientes que no puedo olvidar y deseo contarte. Como se que estas a mi lado, juntas caminaremos por la senda de mi vida, haciéndonos mutua compañía.

Deseo contarte la desaparición de este mundo de tío Juan de Dios. El sufría de leumaniosis, una enfermedad que carcome por dentro, por ejemplo la parte interna de la nariz que él tenía siempre hinchada y luego carcomía la cara y así continuaba.

Como mi hermana Isabel ya trabajaba en el Hospital militar, consiguió la autorización para internarlo con el fin de aplicarle una serie de inyecciones contra esa enfermedad. Estas inyecciones eran nuevas y debían aplicarle cada día. Nosotras no podíamos llevarlo y traerlo, porque el pasaje era caro también para nuestras posibilidades, por lo tanto lo mejor fue internarlo, a la salida del colegio íbamos a verlo todos los días, cosa que lo ponía muy contento, porque nos quería y no podía estar lejos de nosotras. Era el mes de diciembre, las clases terminan, las escuelas y colegios se cerraban por vacaciones y nosotras, Silvina y yo no podíamos ir a visitarlo, cosa que lo ponía muy triste. Isabel lo veía todos los días y nos llevaba sus noticias. Nos puso muy contentas el saber que el día 9 o 10 el volvería a casa, porque terminaban de aplicarle la ultima dosis de esa inyección y nos preparamos para su regreso a casa.

El 8 de diciembre es feriado en Paraguay, es el día de la virgen de los milagros de Caacupé, que se festeja todos los años, pues cuenta la leyenda que la imagen de la virgen, venerada por todos los paraguayos, fue tallada por un indio y decían que hacia milagros, motivo por el cual, la habían colocado en una carreta para transportarla a Asunción. En ese lento viaje a la altura de Caacupé, a orillas de un arroyo, se rompió el eje de la carreta sin poder continuar el viaje. Todos dijeron que la virgen no quería seguir viaje, que su deseo era quedarse en ese pueblo distante 54 kilómetros de la capital y allí quedo. Hoy tiene su basílica, construida con la limosna de los fieles que cada año van al santuario a rendirle su homenaje, y sin contar cuánto dinero han robado, pero al fin, luego de tantos años, la virgencita tiene casa nueva.

Ese 8 de diciembre, nosotras estábamos en casa, no podíamos ir a Caacupé y fue a visitarnos una amiga de mi hermana Isabel. En la mesa estaban todas contentas, riendo, cantando, haciendo bromas, y yo con ganas locas de llorar, que hasta me enoje porque reían tanto y yo quería llorar, entonces mi madre me castigo para que llorara bien y acto seguido, me dijo que fuera a casa de unas amigas para jugar y ver si me pasaba, según ella la indiada que tenia dentro. Fui, pero esa angustia no me pasaba, no quería jugar, entonces me puse a hablar con la abuela de mis amigas sobre mi tío Juan de Dios, cosa que me calmo un poco más.

Hablando estábamos cuando llego mi hermana Silvina a buscarme, quería que fuera corriendo a casa porque tío había muerto. Yo me quede paralizada, no podía hablar ni dar un solo paso, hasta que reaccione y fui corriendo. Tal vez paso mucho tiempo, no lo sé, solo recuerdo que mi madre me dio una paliza por haberme demorado tanto en acudir a su llamado, no quiso escuchar mi explicación, pensó solamente de que no quería dejar de jugar, pero yo se que al saber que mi tío murió me sentí mejor, la angustia, las ganas de llorar, todo paso y era como si flotara en el aire.

Pobrecito, dicen que esa mañana se baño, se afeito, fue a misa, comulgo, y luego de almorzar fue a la cama a hacer su siesta diaria, muy contento porque al día siguiente regresaría a casa. La enfermera de turno fue a su lado a pedirle algo y le pareció un poco raro, al rato se puso morado, llamaron urgente al médico de guardia, le hicieron masaje al corazón, pero todo fue en vano, el ataque al corazón fue fulminante y lo llevo para siempre de nuestro lado. Para mí no tiene explicación, y es el porqué a la hora en que él se sentía mal a más de 12 kilómetros de distancia, yo solamente quería llorar y me sentía mal.

Lo llore mucho. Mamá no tenía dinero para comprarle un ataúd y recuerdo que fuimos a pedirle prestado el dinero para ese fin a un señor quien nos acompaño incluso a comprarlo y de esa forma hemos podido darle una sepultura digna de él. Mucha gente asistió a su entierro porque era muy querido en el pueblo.

Volviendo a esas sensaciones raras que siento casi a menudo, cuando algo sucede, comenzó desde que yo tenía ocho años, en una habitación dormíamos todas, yo con Silvina en la misma cama. Esa noche en especial dormía plácidamente, no sé si fue un sueño o realidad, que me despierta un resplandor, una claridad increíble, que iluminaba toda la habitación, y veo que desde la ventana salía una escalera brillante con ángeles en cada escalón y a ambos lados, al final de la misma entre nubes, un anciano con barbas, vestido de blanco, una señora hermosa vestida de celeste, también otro hombre joven con barbas y en medio de ellos, arriba una paloma blanca. Sentí sus voces que me decían: “ Sube, sube, ven que esperamos, no decaigas, ven otro poco más que ya llegas” yo sentía además mi jadeo, subiendo esas escaleras.

Mi madre se despierta, me llama, me pregunta si que me pasa, que tenía los ojos tan abiertos y el eco de las voces en mis oídos. Ella me dijo luego que le conté, que la despertó el resplandor y que vio como un humo blanco se alejaba de la ventana y pensó que yo estaría jugando con alguien a esas horas de la noche, porque dice que yo decía cansada “ no puedo más, son muchos escalones”. Mi madre se acerco a mí, me tranquilizo, me dijo que me durmiera, que ya todo pasó y que ella nunca me dejaría.

Hasta esa fecha nunca había ido a una iglesia, ni había oído algo sobre esas cosas, no sabía que algo de eso te enseñaban. Hasta que un día, debido a que no podía olvidar le dije a mi madre de que quería ir a la iglesia, espere bastante porque quería preguntarle al sacerdote si que opinaba el sobre lo que me había sucedido, porque algo tenia dentro mío que no me dejaba en paz. Cuando se lo conté este se puso a reír y me dijo que yo tenía mucha fantasía, que era mejor me olvidara de todo eso y me dedicara a mis estudios y a mis juegos, que no pensara en estupideces, ni lo molestara, porque tenía cosas más importantes que hacer.

Volví a casa llorando por el camino, me dolía la actitud del sacerdote y que pensara eso. Me sentí tratada como mentirosa y fantasiosa, hasta que otra vez sentí una voz que me proponía tranquilidad, que estaría siempre a mi lado incluso en los momentos más difíciles de mi vida. A partir de eso, nunca más conté sobre estas cosas a nadie, porque consideré solamente mías, a pesar de que cada tanto tenía esos contactos extraños.

Me preguntas que paso con mi hermana Isabel, pues te cuento, que ella por ser la mayor de las hermanas, muy joven aun, para poder seguir sus estudios secundarios, se fue a vivir con unos parientes a Asunción y a la vez consiguió un trabajo de mediodía, como secretaria del director en el hospital militar, así ayudaba a mamá para que nosotras pudiéramos estudiar, y ella ahorrar al menos los gastos del pasaje, pero los fines de semana, cuando no tenía que estudiar, iba a casa a compartir con nosotras. Ella se recibió de contador público nacional, en la escuela de comercio No. 1, y siguió trabajando en el hospital, siempre como secretaria.

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